El pasado 08 de marzo, fecha recordada por celebrarse el día internacional de la mujer, se cobró la vida de una víctima más por feminicidio, en un acontecimiento que no puede ser más irónico a la fecha porque este fenómeno rinde homenaje a la violencia y abuso contra el género al que merece su raíz morfológica, y que cuenta la historia de una mujer asesinada por su pareja en un hotel de Nicolás de Piérola.
Lo resaltante de estos crímenes es la brutalidad con la que se cometen, marcando una clara proporcionalidad de, a más cercanía emocional, mayor sadismo en el procedimiento.
Desde el año 2009 se han registrado más de 500 casos de feminicidio en nuestro país, según información del Ministerio Público. Aunque los casos se han ido dando con menos frecuencia, esto no se entiende como un control del crimen sino como una decadencia en el sistema de denuncias.
Según datos del Ministerio de la Mujer, los casos más crueles son efectuados por hombres adultos 18 – 59 años (en un 90 %) y de estos un 52 % mantienen un vínculo afectivo con su víctima: un 28 % como esposo, un 14 % como conviviente y un 10 % como enamorado o novio. La ferocidad del acto varía entre el acuchillamiento, golpes y asfixia, siendo el segundo la modalidad más frecuente.
Investigaciones basadas en datos estadísticos y entrevistas a testigos de la convivencia, demuestran que la mayoría de los motivos que alegan los homicidas es la negación ante la separación (52 %) y en segundo lugar los celos (29 %).
El nivel socioeconómico no presenta diferencias con respecto a este fenómeno, por lo que se puede deducir que mujeres de NSE A o C pueden padecer de las mismas agresiones, sin presentar denuncias (tentativas de homicidio) por miedo a sus agresores, por temor a los comentarios externos o por desconfianza del sistema de denuncias.
Es necesario desprenderse de una relación falsa y reconocer los ataques, denunciarlos y evitar desenlaces lamentables como asesinatos o daños irreversibles. Las mujeres u hombres que padecen de maltrato físico y psicológico deben estar sometidos a terapia, para revalorarse como seres humanos y no reincidir en relaciones tormentosas. Se ha comprobado estadísticamente que una mayoría de mujeres maltratadas son producto de una infancia sin la figura paterna.
El fenómeno corresponde a la necesidad del ser humano por cubrir el espacio emocional, sin diferenciar entre amor o apego; el resultado es que la persona, a la larga, no reconocerá su relación como amorosa e incurrirá en la infidelidad o el daño a la pareja, entre otras cosas, lo que podría culminar, dependiendo de la personalidad, en una venganza de procedimientos sádicos. En el caso de los hombres que incurren en estos crímenes, se puede reconocer rápidamente un deteriorado nivel de autoestima.
Psicólogos expertos en el tema han coincidido en que los principales errores de una relación en problemas son consecuencia de una mala comunicación: cuando una pareja tiene dificultades la peor forma de tratarlos es destruyéndose mutuamente, o cayendo en discusiones sobre quién es más hiriente.
El resultado de estos procedimientos es el daño en el amor propio y la represalia, dependiendo de la personalidad de cada uno, lo que resulta un sorteo de planes maquiavélicos.
Mientras algunos hombres o mujeres tienen la necesidad de incurrir en a la infidelidad para restablecer el ego dañado en una discusión anterior con la pareja, otros pueden planear abandonos repentinos, y en el peor de los casos (siendo reincidente en parejas emocionalmente dependientes) daños físicos contra la pareja o contra sí mismos, de ahí la típica amenaza “si te vas, me mato” o “si no eres mío(a), estás muerto(a)”