Por Antero Flores Araoz
Las relaciones entre las personas deben tener buenas formas y respeto mutuo, tal como las normas de cortesía, urbanidad y educación nos enseñan. Con más razón, cuando se trata de quienes ejercen autoridad en altos cargos públicos, electivos o designados, y por quienes pretenden ejercerlos.
Lamentablemente, lejos de elevarse el nivel de respeto entre las personas a que nos referimos, con el tiempo ha ido en descenso. Las expresiones de unos para con otros y viceversa, son duras, violentas y a veces llegan hasta el agravio.
Las personas que están en actividad política tienen el deber ético de hacer docencia, y dice antiguo aforismo que el comportamiento es el mejor ejemplo para quienes siguen a los que consideran autoridades y son sus referentes.
¿Qué puede pensar el ciudadano común y corriente, de quiénes teniendo una alta posición que los lleva a ser regularmente entrevistados en medios escritos, radiales o televisivos, o que incluso dan a conocer sus opiniones por redes sociales, emplean como léxico groserías y hasta insultos? Algunos lo considerarán normal, y el mal ejemplo cundirá, pero para la mayoría el actor de los denuestos, caerá en su apreciación y consideración.
Indiscutiblemente la prensa, de todo tipo y calidad, tiene también responsabilidad, pues por lectoría, escucha y por el llamado “rating”, las opiniones prudentes y educadas gozan de menor espacio que las altisonantes y agraviantes, que son propaladas con muchísimo mayor énfasis, lo cual es cuestionable.
Si bien es cierto que por la innovación tecnológica en las comunicaciones, cada vez es menos privada y más pública la vida de los ciudadanos con responsabilidades políticas, ése solo hecho debería evitar que hasta en conversaciones no públicas y trato epistolar, se utilicen expresiones inconvenientes. Ejemplos sobran e incluso han hecho perder procesos electorales.
Hay que recordar que los que están en la escena política pertenecen a diferentes partidos, movimientos y organizaciones políticas, pero eso no los hace enemigos, sino simples contendores, y se supone que todos en común tienen como norte un mejor Perú, más justo, con orden y solidaridad, con mayores oportunidades de elevación de niveles de vida, todo ello en el camino al bien común, que es el buen sendero.
Nuestros políticos deberían restablecer la sana costumbre de conversar respetuosamente, intercambiar ideas y posiciones, en el ánimo de encontrar las vías responsables para el crecimiento y desarrollo del país. Recordemos las reuniones que antaño convocaban connotados líderes políticos de distintos partidos, entre ellos Roberto Ramírez del Villar, Andrés Townsend Ezcurra, Mario Polar Ugarteche, Fernando Schwald, Alfonso Barrantes y Ramiro Prialé, entre tantos otros.