No cumplía los diez años cuando ya se iba solo hasta el puerto para traer el pescado para su mamá. Así se inició en el mundo del trabajo.
La suya es una de esas historias que merecen ser contadas. Son las experiencias de vida de un hombre luchador que supo, en base a creatividad y esfuerzo, convertir sus sueños en realidad. Fidel Aymar es un hombre sencillo y aparentemente tímido, solo se abre cuando se siente en confianza. No le gustan las entrevistas pero, una vez que nos pusimos a conversar nos fue contando, poco a poco, sobre sus inicios, su familia, su carretilla, sus tristezas, y de cómo se labró el éxito en su negocio.
Recuerda que cuando era niño su madre lo llevaba al Callao a comprar el pescado del día que ella solía vender en La Victoria. Jugaba entre las cajas donde se guardan los peces y pronto se habituó al barullo, mientras aprendía todo lo que tenía que saber de ese negocio. No cumplía los diez años cuando ya se iba solo hasta el puerto para traer el pescado para su mamá. Así se inició en el mundo del trabajo, dejando la escuela apenas terminó el cuarto grado de primaria, mientras crecía vendiendo de todo para sobrevivir.
Varios años después se aventuró a poner una carretilla de cebiches en la puerta donde entraban y salían los craks del Estadio de Alianza Lima. Su éxito fue inmediato pues se corrió la voz de la calidad de sus platos. Pronto ya no se daba abasto para atender a sus clientes. No eran solo los futbolistas sino los hinchas y muchos otros que llegaban hasta ese lugar solo con la finalidad de comer un cebichito preparado por Fidel.
Una vez, cansado de todo, cambió la carretilla por un taxi, pero desconocía ese negocio y se las veía negras, así que regresó a sus cebiches y Dios le comenzó a abrir puertas. Alquiló un depósito vacío y poquito a poco fue comprando mesas y sillas, hasta llegar a tener una popular cebichería donde atiende a 400 comensales. La cocina es abierta y está a la vista. El ambiente es informal y bullicioso, y su comida es deliciosa y llena de frescura.
Sus hijos, Juan Carlos y Henry comenzaron a trabajar hombro a hombro con él. El mayor, Juan Carlos, que reinventó la leche de tigre convirtiéndola en protagonista de las cebicherías, era un gran cocinero, alegre y carismático, con mucha visión para los negocios y una gran capacidad para relacionarse con la gente. Juntos abrieron El Verídico de Fidel en La Molina, entre muchos otros proyectos que soñaba cristalizar. Pero su vida se truncó en plena juventud, nos cuenta Fidel entre lágrimas. Ha pasado un año y en su familia no dejan de pensar en Juan Carlos ni un solo día.
Pero la vida continúa y el trabajo es el mejor refugio para calmar las penas. La familia Aymar sigue adelante, más unidos que nunca, y teniendo como meta realizar varios de los sueños de Juan Carlos. Ademásde tener varios locales, El Verídico de Fidel ha participado en Mistura y tienen muchos otros proyectos pendientes para irlos desarrollando poco a poco.
Entre sus clientes frecuentes se encuentran deportistas, artistas nacionales y extranjeros, políticos, intelectuales, por lo que es muy común ver a otros comensales tomándose fotos con los personajes de moda. También se pueden ver cariñosas dedicatorias y elogios firmados en plenas paredes del local.