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Enrique Escardó en el 56 aniversario de GENTE: “No cambiaría el periodismo por nada”

El maestro del oficio periodístico Ryszard Kapuscinski (1932- 2007), reportero internacional que cubrió 27 revoluciones para la revista Time y los diarios New York Times y El País, entre muchos otros medios, Premio Príncipe de Asturias y autor de varios libros, escribió esta verdad maciza como una catedral:“Las malas personas no pueden ser buenos periodistas”.

Por: Uri Ben Schmuel

Y Enrique Escardó, fundador de esta revista GENTE que cumple 56 años, es un buen periodista. Lo que significa, claro, que es una buena persona. La frase de Kapuscinski, de paso, está en su libro Los cínicos no sirven para este oficio. Y ésta es otra característica de Escardó. Pese a tantos años en el periodismo, desde que en 1948 empezó en radio Selecta –a los 13 años, cuando aún estudiaba la secundaria en el colegio Markham– no ha perdido la pasión ni la esperanza en el país, su gente y el futuro. Es un periodista curtido, sí, pero no tiene callos en el corazón. Conserva esa empatía que, Kapuscinski dixit, permite compartir de forma natural y sincera el destino y los problemas de los demás.

Y esas características personales suyas las trasladó Enrique Escardó a la niña de sus ojos, esta revista que contra viento y marea va rumbo a sus seis décadas, con entusiasmo, espíritu joven y marcado pluralismo. Porque por GENTE han pasado columnistas de todo el abanico político peruano y siempre han podido escribir sin presiones ni censuras.

Cuando en el futuro un historiador acucioso y desapasionado quiera escribir sobre el Perú de los siglos XX y XXI tendrá en los ejemplares de GENTE un verdadero tesoro de información y conocimiento. Todo está allí (aquí): los avatares políticos, la moda, el cotilleo social, las beldades que, con buen ojo, Escardó descubrió y lanzó a la fama, el entretenimiento y por supuesto la cultura. Porque GENTE fue la protagonista de una verdadera revolución cultural. Más de 40 millones de libros regalados por la revista durante siete años, que merecieron el reconocimiento de figuras de la talla de Juan Mejía Baca, editor de más de 145 autores y director de la Biblioteca Nacional.

Como estudiante y corresponsal periodístico en España.¿Nacen los periodistas o se hacen? Podría decirse que nacen con una especie de destino manifiesto y tarde o temprano por sus venas empieza a correr tinta que no se seca jamás. En el caso de Enrique Escardó fue muy temprano, como ya se anotó, y pese a que su entorno familiar hubiera visto con mucho más agrado que fuera ingeniero agrónomo, como él mismo, en un momento, pensó que sería.

Pero las rotativas lo esperaban para seducirlo, como intentaron con Ulises las sirenas. Esas rotativas que, en la hermosa frase de Raúl Villarán, “si tuvieran medias de seda, me casaría con una de ellas”. Quien fuera director de Correo (diario del que Escardó fue fundador junto a Mario Castro Arenas) dijo esto en la que sería su entrevista póstuma, publicada, por cierto, en GENTE.

Ulises se ató al mástil de su nave para no ser seducido por las sirenas. Escardó, por fortuna para el periodismo nacional, cedió al canto irresistible de la tinta y los cierres frenéticos de edición. De la radio pasó a escribir sendas columnas en La Crónica, uno de los tres diarios que circulaban en esa época en Lima, junto con El Comercio y La Prensa. En esa La Crónica en la que se inició también Mario Vargas Llosa, con quien Escardó comparte asimismo el hecho de un breve paso de un año por el colegio militar Leoncio Prado, aunque en promociones distintas.

Al terminar la secundaria, la peregrina idea de ser agrónomo se había esfumado. Escardó viajó a España a estudiar periodismo en la Universidad Complutense. Por supuesto, seguía escribiendo, como corresponsal de La Crónica, y nada más arribar a la capital española logró la primera de una larga serie de primicias al entrevistar a la sex symbol francesa Brigitte Bardot, quien participaba en una película que se rodaba en Madrid.

También aprovechó su estadía en Europa para viajar. Porque ése es el único vicio de Escardó. En su dilatada carrera ha viajado por 56 países, entre ellos la Sudáfrica del oscuro período del nefasto apartheid. Aún recuerda la conmoción que sintió cuando vio la manera brutal en que era tratada la población negra por la minoría blanca.

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Muchos años más tarde, Escardó pudo compartir ese recuerdo con nada menos que Nelson Mandela. Para ser buen periodista se necesita, además de la empatía, una pizca de suerte. Y resultó ser que Mandela se alojaba en la habitación contigua a la de Escardó y ambos se encontraron en el ascensor del hotel. De ahí a sacar el bolígrafo y la libreta de notas y obtener una entrevista no había sino un solo, pequeño, paso.

Tomen nota de lo siguiente, jóvenes periodistas (en la libreta que siempre deben llevar consigo): la grabadora, como dijo Gabo García Márquez, oye pero no escucha, repite -como un loro digital- pero no piensa, es fiel pero no tiene corazón, y a fin de cuentas su versión literal no será tan confiable como la de quien pone atención a las palabras vivas del interlocutor, las valora con su inteligencia y las califica con su moral.

Todo está allí (aquí): los avatares políticos, la moda, el cotilleo social, las beldades que,

con buen ojo, Escardó descubrió y lanzó a la fama, el entretenimiento y por supuesto la cultura.

Porque GENTE fue la protagonista de una verdadera revolución cultural.

Woodward y Bernstein no necesitaron grabadora para los reportajes que tumbaron a Nixon por el escándalo Watergate. Y ya que de presidentes estadounidenses hablamos, Escardó tampoco usó el artefacto de marras sino los recursos básicos del oficio (de nuevo citamos a Gabo): la libreta de notas y un par de oídos para escuchar con atención, cuando entrevistó a John F. Kennedy.

Allá por 1959, un muy joven Escardó cenaba en Nueva York con Nelson Rockefeller y el director-fundador de Time, Henry Luce (sí, Enrique se ha codeado con lo más selecto del jet set sin perder jamás la modestia) cuando la anfitriona, principal contribuyente en la campaña del entonces senador y aspirante a la presidencia, le preguntó si quería conocer a Jack, como le decían los íntimos a JFK.

Por supuesto, Escardó dijo que sí. Y al día siguiente estaba en el cuartel de campaña de Kennedy (en Chicago), esperando en una gran oficina, cuando entró un joven y simpático estadounidense a quien Escardó bombardeó con preguntas cuyas respuestas anotó con esmero en su inseparable libreta. Terminada la entrevista, entró a la sala John F. Kennedy, acompañado de su esposa, la no menos famosa y carismática Jackie. Pues resulta que Escardó había entrevistado al hermano menor de Jack, Robert Bobby Kennedy, de gran parecido físico al candidato presidencial, quien estaba muy apurado para conceder una entrevista.

Escardó no pudo ocultar un gesto de decepción pero ésta se desvaneció al instante. “No te preocupes”, le dijo sonriente JFK, “Bobby maneja mi campaña y lo que él ha declarado es como si yo te lo hubiera dicho. Pon sus palabras en mi boca sin problemas; es lo mismo que si me hubieras entrevistado”. Ya se sabe: un buen periodista siempre tiene de su lado a la diosa Fortuna.

JFK invitó a Escardó a una rueda de prensa al día siguiente. Escardó llegó puntual (no olvidemos que estudió en un colegio británico) y se sentó en primera fila, al lado del estrado donde se pararía Kennedy. Cuando éste entró a la sala, repleta para entonces de curtidos periodistas locales y docenas de veteranos corresponsales extranjeros, lo primero que hizo, al ver a Escardó, fue darle una amical palmada en la espalda al tiempo que le decía “Hello, Henry”. Los periodistas se quedaron intrigados, preguntándose quién era ese joven tan amigo de quien en pocos meses se convertiría en el trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos.

Enrique Escardó junto a Luis Alberto Sánchez.

Enrique Escardó junto a Luis Alberto Sánchez.

Anécdotas como ésta tiene Enrique Escardó por centenares y debería escribir un libro que sería digno de leerse con ellas. Pero él no tiene tiempo, todo lo dedica a la revista GENTE de sus amores que fundó al retornar de España. Una buena tarde de 1958 citó en la confitería “Cream Rica”, en el jirón de la Unión, a Luciano Ruiz de Navarro, Milton Von Hesse, Mario Castro Arenas, José Barreto Boggiano, Luis Lisson Segura, Antonio Olivas y Manuel Jesús Orbegozo, periodistas ya con trayectoria, para contagiarlos de su juvenil entusiasmo –que no ha perdido pese a sinsabores que incluyeron persecución y cárcel en la época de Velasco, entre varios otros reveses de los que ha salido airoso– y embarcarlos en una aventura que ya tiene 56 años.

Comentando la revista con el entonces jovencísimo Presidente Alan García, y el Ministro de Justicia, Luis Gonzáles Posada.

Comentando la revista con el entonces jovencísimo Presidente Alan García, y el Ministro de Justicia, Luis Gonzáles Posada.

“He tenido decepciones, claro,

pero me acuerdo sobre todo de la gente buena

que he conocido gracias al periodismo”

En mayo de 1958 llegó a los lectores, que en adelante serían legión, el primer ejemplar de GENTE, a un costo de 3 soles. Adornaba la portada la guapa Gladys Zender, peruana de pura cepa y la primera latinoamericana en ganar, en 1957, el concurso Miss Universo.

El resto es historia, que aún se escribe y se seguirá escribiendo en las páginas de GENTE por muchos años más. Porque Enrique Escardó es periodista de raza. De esos periodistas al estilo clásico, como decía el maestro Kapuscinski, para los que el periodismo es una profesión de tiempo completo, de toda la vida; una razón para vivir, una identidad.

Julio Iglesias, Morena Escardó, Karin von Gordon, ex Miss Perú y Enrique Escardó.

Julio Iglesias, Morena Escardó, Karin von Gordon, ex Miss Perú y Enrique Escardó.

“He tenido decepciones, claro, pero me acuerdo sobre todo de la gente buena que he conocido gracias al periodismo”, nos dijo Escardó cuando lo entrevistamos (y sí, usamos una libreta aunque quizá no un buen oído para escuchar todo lo que nos contó sobre sus viajes, sus entrevistas a Mubarak, Shimon Peres y muchas otras cosas que se nos han quedado en el tintero).

“No cambiaría el periodismo por nada”, añadió. Claro que no, porque la tinta que se lleva en las venas no se puede cambiar. El periodismo es el oficio más bello del mundo. Sobre todo cuando lo ejercen caballeros como Enrique Escardó. ¡Larga vida a GENTE!

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