La semana pasada, Estados Unidos, Francia y Reino Unido intervinieron en territorio sirio para bombardear laboratorios donde se supone que el régimen de Bashar al Assad fabricaba armamento químico para atacar a su propia población, pero ¿qué es exactamente eso?
Syrian President Bashar al-Assad’s April 7 attack on innocent civilians violated international law, the Chemical Weapons Convention, and several U.N. Security Council Resolutions. He must be held accountable. On Friday, the U.S. and its allies responded. https://t.co/s88dTnB8KH
— The White House (@WhiteHouse) April 16, 2018
Según la Convención sobre la prohibición de la producción, uso de armas químicas y su destrucción; las armas químicas son municiones o productos químicos que tienen la finalidad de causar destrucción, caos y muerte por su potencial tóxico en el ambiente. Algunos componentes conocidos por su alta toxicidad son el sarín, el gas mostaza o el cloro.
Este tipo de armamento se ha utilizado desde hace muchos siglos como forma de espantar o desproteger al enemigo; pero fue en la primera guerra mundial donde los agentes tóxicos tomaron mayor relevancia. El uso de estas sustancias de forma bélica fue una innovación en el campo de batalla por la flexibilidad que tenían. Podían ser utilizadas desde incapacitantes, las cuales paralizaban, distraían o herían al enemigo; hasta armas letales, ya que podían ocasionar daños de alta magnitud y la muerte masiva.
Las consecuencias de estas sustancias son los problemas que producen tanto en los seres vivos como en la ecología. A corto plazo, las armas químicas pueden ocasionar daños irreversibles en el sistema nervioso de los individuos afectados, provocan irritaciones graves en la piel, ojos y mal funcionamiento del sistema respiratorio hasta causar la muerte. Además, pueden alterar el crecimiento de la vegetación, matar ganados enteros y contamina las áreas de cultivo y el agua.
A largo plazo, las sustancias químicas pueden ocasionar deterioros enormes en el ecosistema. Luego de haber afectado un área, la restauración y repoblación del lugar no puede ser inmediata, ya que los estragos tóxicos seguirán presentes por meses o hasta años. A nivel social, los individuos afectados por las toxinas pueden desarrollar daños genéticos, lo que producirá que las próximas generaciones nazcan con deficiencias cerebrales, deformaciones o enfermedades crónicas.
Un ejemplo claro del daño garrafal que puede producir este tipo de material es el caso de los vietnamitas afectados por el Agente Naranja. Durante la guerra de Vietnam, Estados Unidos rociaba grandes cantidades de esta toxina en la selva de este país para deshojar los arboles e identificar a las guerrillas asiáticas. Como resultado, el componente tóxico se expandió rápidamente por el aire, afectando a poblaciones rurales inocentes donde murieron un promedio de 3 millones de vietnamitas y nacieron miles de niños deformados. Las consecuencias se siguen sufriendo hasta el día de hoy, ya que todavía siguen naciendo bebes con enfermedades crónicas y deformaciones casi 4 décadas después del conflicto.
Hoy en día, el almacenamiento y uso de armas químicas esta prohibido por La Convención de armas químicas, firmada en 1993. En este tratado, diversos países se comprometieron a desmantelar todo su armamento químico y solo usarlo para fines científicos con una regulación estricta y especial. Esta medida fue tomada para prevenir los accidentes y uso incorrecto de este material ya que, al ser consideradas como armas de destrucción masiva, podrían poner en peligro a la sociedad.